martes, 9 de febrero de 2010

Sí, eras indispensable.

Ella para el tiempo.

Aparece siempre con sus pequeños quiquis.
Te ve, y dibuja una pequeña y profunda sonrisa.
Te abraza, y respiras hondo.
Pronuncia la palabra "tía", sin ser cosciente de las taquicardías que esta provoca, y comienza a contarte las mil y una aventuras vividas en su gran mundo pequeño.

Agarra tu mano con fuerza y está contigo, estes triste o cansada, compartirá sus ganas de vivir, de jugar, de ver el mundo...

Ilusiones de su aún lejano próximo cumpleaños, o su infinita lista de regalos, provocan guiños infinitos.

Sus besos de pollito o sus bailes, dignos del Ballet Nacional, hacen que todo tiemble, que sea secundario o menor a como lo veías con anterioridad.

El cómo regala mimitos, o su reacción con la gente a quien se cruza, te pertuban; es algo natural, sólo lo posee ella.

Su caracter, expresiones o gestos con desdén provocan mil y una carcajadas y que resulte indispensable en la vida de uno.

Verla ahora acostada y saber que mañana volveremos a gastar el día juntas, un auténtico placer.

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