domingo, 28 de febrero de 2010

Sala dos, fila 15.

Me encanta recuperar algo del armario, meter la mano en un bolsillo y encontrar una entrada de cine.

Tras el reencuentro, te fijas en el título, el asiento o la fila. 
Pero al segundo, cuando ya te dirigías a tirarla, te lo piensas.

Al comprarla, buscas los mil y un descuentos aplicables, te quejas de lo caro que es estar ahí dentro hora y media, y haces cálculos para poder pillar las palomitas.

Una vez en tu butaca, ya los trailers tienen el poder de absorberte; de llevarte a otro mundo, de sacarte del tuyo y causar nervios infantiles.

Conforme los minutos pasan, en ocasiones te enganchas al film o en deseas que termine y crear nuevos planes.

Pero cuándo con el tiempo, miras la entrada.
Sonríes mientras recuerdas la compañía, el abrazo de hora y media, las miradas furtivas por el rabillo del ojo.
Lo poco que te costo hacer pirola por acudir al estreno.
Que vio la peli por segunda vez sólo porque tú querías verla, o que saliste de la sala bailando.

Ir al cine es algo más de 7 euros y un buen guión, es contagiarte de la belleza de la sala, del espíritu del protagonista. Es compartir lágrimas con los asistentes.
Es coleccionar recuerdos en una entrada.


1 comentario:

  1. Brava!bravissima!
    visitar tu blog es siempre un regalo!
    Pili!

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